HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Juan Carlos Bataller 162 El dibujante respondió «No hubo ni militares ni civiles que me acusaran de acosar al sexo masculino», agregando que su única opción era «No dibujarla más». Sabat recordó que, entre otras mujeres, había dibujado a Billie Holiday, Alicia Moreau de Justo, Tita Merello y Frida Kahlo y afirmó que hasta ese momento nunca se le había acusado de abusar, opinar o atacar de manera canallesca al sexo femenino. El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) expresó su «rechazo» por los dichos de la presidenta y afirmó que Sabat «es un maestro de perio- dismo y un artista reconocido a nivel internacional por su talento y con- vicciones democráticas». En 2012, en el marco de un fallo judicial contra la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual —impulsada por la presidenta— y favora- ble al Grupo Clarín, Sábat publicó en ese diario una caricatura de la pre- sidenta con un ojo golpeado, que suscitó repudios de diversos sectores. Días después, la Legislatura porteña repudió la caricatura al entenderla como un «acto simbólico de violencia de género». La consideró sexista, misógina y que constituía violencia simbólica contra la mujer, prohibida por la ley 26 485. Sábat publicó en Clarín varios otros dibujos sobre la ex presidenta en la misma línea, de interpretación controvertida, inclu- yendo uno en que se la muestra reducida de tamaño y arrodillada frente al juez estadounidense Thomas Griesa. Sobre esto habló en la última entrevista que dio: [...] Cuando veo lo mío de aquella época [los años 1970], confirmo que un dibu- jante no puede derribar gobiernos. Jamás pensé que mis dibujos eran más im- portantes que lo que sucedía. Los dibujos pueden enojar, pero no alterar la vida tuya ni la de una nación. Como cuando Cristina de Kirchner se enojó con dos míos, uno de 2008 (con dos curitas en la boca, durante la pelea ante el campo) y el otro, del ‘12 (con el ojo morado, tras un revés judicial). Al primero lo calificó de “mensaje cuasi mafioso”. Preferí callarme y no entrar en el juego, pese a que me costaba no contestar. Pronto vinieron a verme: “Sería importante que to- mara un café con la Presidenta”. Querían que cambiara los pasajes de un viaje arreglado. No accedí. Para el segundo, hubo alcahuetes que se pusieron la ca- miseta, intentando defender los altos valores de la Cristinidad. Y al mismo
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